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jueves, 23 de diciembre de 2010

En la ambulancia me sentí

En la ambulancia me sentí como un muñeco de trapo. Un muñeco de trapo abaleado por las luces de la sirena, el mareo, la noche y el olor de la sangre. Tenía ganas de cagar diamantes. Cerré los ojos y de pronto me sentí como un árbol atravesado por cuchillos blancos.

Creo que en la ambulancia me enamoré de la enfermera. Era una enfermera, como la de las películas, un poco con los ojos claros, con las manos finas y poseía ese olor a sangre con perfume de rosas, ese perfume yo no sé, que me mareaba, que me enloquecía, ese perfume que sabía a doce de la noche, a mírame preciosa antes de que me muera.

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